martes, 21 de febrero de 2012

ME NIEGO


El instituto de Almassora expulsa al alumno que hizo la foto de las mantas. Ese era el titular que encabezaba una noticia en el diario Levante-emv de hace algo más de un mes, el 18 de enero. Con el titular, quienes no hayáis tenido la oportunidad de leerla, ya deduciréis qué era lo que en ella se relataba: un estudiante que, al ver las pésimas condiciones en que se encontraba su centro, decidió tomar una foto del aula en la que él y sus compañeros se cubrían con mantas llevadas de casa ante la ausencia de calefacción por los impagos de la Generalitat Valenciana. Sí, esa institución en la que día sí y día también convive un extensa piara de cerdos ladrones –no se me ocurre una manera más denotativa de calificarlo– que no tienen ningún reparo en apiñar a centenares de alumnos en barracones, no en colegios, mientras la burguesa de traje rojo y fallera mayor vitalicia, Rita Barberá, considera que un bolso de Louis Vuitton es un regalo normal. Pero bueno, mi intención no es dedicar esta entrada al Tea Party español, sino a quienes se lo merecen: los estudiantes y profesores valencianos.

Como ya sabéis, han sido circunstancias como la que inicia este post las que han desencadenado desde el pasado miércoles día 15 una protesta estudiantil continuada. Y no hace falta destacar que se trata de una protesta LEGÍTIMA. Sí, habéis leído bien, LEGÍTIMA. Y existen miles de razones para considerarlo así, pero hay una que puede englobarlas a todas: ser el pueblo. No obstante, acudimos a la implantación del neofascismo. Aunque en realidad, ¿por qué utilizo el prefijo neo-? El fascismo jamás ha desaparecido. De ser así, no existiría el antifascismo. El fascismo es la cara amarga del capitalismo. Es este sistema el que, en época de crisis –considerémosla ESTAFA hasta que al menos un banquero o gran empresario se suicide, y no un trabajador– saca a relucir esa cara amarga. Y no, no me estoy inventando nada, porque en un país en el que se golpea a menores por reivindicar mejores condiciones educativas, a periodistas por tratar de informar, o a ancianos por apoyar a los primeros es un país liderado por el fascismo. Solo existen dos diferencias entre el fascismo de hoy y el fascismo de ayer: 1) quienes antes vestían de gris, ahora lo hacen de azul y 2), mientras antes los gobiernos fascistas eran encabezados por militares, hoy lo son por tiburones con corbata.

Por otro lado, estamos siendo testigos presenciales de la burda campaña de propaganda goebbeliana de muchísimos medios de comunicación, o mejor dicho, de muchísimas fuerzas de asalto. Son las fuerzas que cooperan con sus amos para mantener su estúpida democracia occidental creando opiniones que le sean favorables a esta. Me refiero, como imaginaréis, a la incesante retahíla de insultos y manipulaciones vertidas sobre este digno grupo de estudiantes que le ha echado más huevos –y ovarios– que cinco millones de parados; un grupo de estudiantes que conoce mejor los conceptos de conciencia de clase y lucha de clases –que sí, son antiguos, pero no anticuados– que los ¿sindicalistas? negociadores Zipi Méndez y Zape Toxo. Si a estos bípedos les llaman sindicalistas, para referirnos al gran Marcelino Camacho habría que crear un término nuevo. Y es que me niego a aceptar que este país, esta monarquía bananera paraíso de la usura, la corrupción, y cómo no, del fascismo pretenda dar lecciones de democracia a Cuba, a Venezuela o a Argentina, entre muchos otros, cuando, paralelamente, roba la soberanía a su pueblo, permite torturas en comisarías o abre la cabeza a menores. Me niego rotundamente a que en este país nos quieran vender una democracia inexistente con las declaraciones en radios o televisiones, unas horas más tarde, de un grupo de mamporreros, desde la Delegada de Gobierno de Valencia hasta el ministro de Justicia. Me niego a tener que aceptar declaraciones tan vergonzantes como quienes garantizan nuestra libertad han sido violentamente agredidos (Alberto Ruíz Gallardón, en Cadena Ser esta misma mañana). Hombre, la verdad es que refiriéndose a la policía, algo de razón tiene en la primera parte de la frase: la policía garantiza SU libertad, no la del pueblo. Porque si la policía ha garantizado algo en Valencia y lo que no ha sido Valencia, especialmente ayer, ha sido el terrorismo de Estado. Y ya el Jefe Superior de la Policía en Valencia dejó claro que los estudiantes son el enemigo. En definitiva, el pueblo. Aunque declaraciones así no son de extrañar si quien las da es alguien afín a España 2000. Y ni hablar de las de José Manuel Sánchez Fornet, secretario general del SUP y que en su cuenta de Twitter se jacta de decir que defiende los DDHH y, simultáneamente, llama nazis, terroristas y Kale Borroka a todo manifestante con dos piernas. Me niego a… me niego a muchísimas cosas dentro de este sistema, porque aunque ellos intenten vender lo contrario, no todos simpatizamos con su sistema. Por eso a quienes pensamos así nos llaman antisistemas, mientras que cuando se refieren a ciudadanos de países que no son de su cuerda fascioliberal, les llaman disidentes. Es curioso. También me niego a eso: prefiero que me llamen disidente a antisistema. Pero, sinceramente, me suda el orto.

En resumen: la única vía que nos queda es la lucha unitaria, una lucha que cada vez se torna más necesaria. ¿Sabéis cuántos policías hay en España? 76.000. De desempleados hay 5.000.000 y de estudiantes, otros tantos. La alternativa solo está fundamentada en tres pasos: unión, organización y acción. Y es que, en una época de extorsión y chantaje, la resistencia popular es un derecho y la desobediencia, un deber.


Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza, Antonio Gramsci


No hay comentarios:

Publicar un comentario